martes, 22 de septiembre de 2009

LOS FILÓSOFOS PRESOCRÁTICOS


(…) el mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo (…)
Estas palabras se encuentran al comienzo de la novela de García Márquez Cien años de soledad. En la bella imagen poética del comienzo del mundo, el autor se imagina cosas sin nombre y personas señalándolas con el dedo para poder referirse a ellas; pero ¿se pueden señalar todas las cosas con el dedo cuando no tienen nombre? El historiador de las ideas se encuentra habituálmente con este problema; más exactamente cuando pretende volver sus ojos más allá de dos mil quinientos años. Imaginemos, por ejemplo, el camino a la inversa, a saber: del pasado al futuro. ¿Cómo nombraría un ciudadano griego a un ordenador después de viajar en una máquina del tiempo al contarles su aventura a sus conciudadanos? Los indios americanos se referían al ferrocarril como caballo de fuego cuando observaban el amasijo de acero corriendo a toda velocidad por las praderas que ellos consideraban más apropiadas para el caballo de carne y hueso. Al nombrarlo así trataban de traducir a sus categorías mentales un nuevo objeto.
Con todo, como ya dije, hay cosas que no pueden ser señaladas con el dedo y que son difíciles de traducir de una tradición a otra, de un tiempo a otro; y sin embargo el esfuerzo por acercarnos lo más posible merece la pena y mucho.

Filósofos ha habido siempre. Es fácil imaginar a Lucy, momentos antes de morir en el valle del Rift lamentándose por lo efímero de la vida (si es que Lucy era capaz de pensar algo así). Pero ¿ha existido siempre la Filosofía? La respuesta, desde mi punto de vista es no. Tan solo en un rincón del Mediterráneo oriental fue posible la filosofía; tan solo en ese rincón del mundo fue posible la creación de una serie de categorías gramaticales para comenzar a señalar con el dedo unos objetos que hasta entonces nadie había visto ni pensado.

Grecia siempre a tenido una orografía complicada para el cultivo de los cereales en grandes cantidades. Lo escarpado del terreno no permite los mismos rendimientos agrícolas que los grandes valles del Indo, el Tigris, el Eúfrates o el Nilo. Esto limita considerablemente la población sostenible en el entorno. Seguramente esa fuera la causa de la formación de pequeñas colonias a lo largo de lo que hoy conocemos como suelo turco. Una población que se ve movida a emigrar de la metrópoli continental en busca de nuevas tierras de cultivo y nuevas formas de vida, y que en su camino encuentra otras costumbres, otras religiones, otras culturas. El comercio debió ser una buena salida para aquellos que emigraron de los asentamientos metropolitanos huyendo del hambre y de la presión social ejercida por las capas superiores de la población (los aristócratas). Con el comercio ganaron independencia económica (por aquel entonces se acaba de inventar la moneda) y social, ya que los señores de la tierra estaban lejos de su alcance.
El comercio, además, pide concentración de poblaciones, máxime cuando la principal vía de comunicación para ello es el mar. La ciudad (polis) será la mejor manera de encontrar los medios de subsistencia, no el campo. Y llegados a este punto ya se han puesto en marcha todos los elementos que contribuyeron al nacimiento de la Filosofía ¿¿¿¿¿¿¿
Una comunidad organizada en una ciudad, sin grandes lazos de dependencia social de carácter aristocrático, próspera económicamente gracias al comercio, abierta a todo lo que le pueda aportar el contacto con otras culturas… (¿alguien más observa el paralelismo con el nacimiento de la nación americana?) Pues bien, todo ello contribuye a que aparezcan nuevos objetos que precisen de un nuevo lenguaje para referirnos a ellos sin necesidad de hacer monerías señalándolo con el dedo.


Mileto era una ciudad de la costa jonia que reunía todas las características que hemos apuntado más arriba, y en ella, precisamente va a nacer el hombre al que casi todos se refieren como el primer filósofo, es decir, el primer amante del saber. Tales nació en Mileto allá por el año 624 antes de nuestra era, y despuntó como un hombre con una gran capacidad de observación. Viajó por Egipto y puede que también por Mesopotamia, y en sus observaciones ya destacó el papel tan importante que tiene el agua para la vida. Aunque no nos ha llegado ninguna obra escrita por él (todo lo que conocemos de su pensamiento se lo debemos a compiladores), no debemos dudar de que Tales escribió, conoció la escritura y estuvo mediatizado por las características epistemológicas de esta. Fruto de todo ello, Tales estableció una explicación alternativa a la creación del mundo por parte de la voluntad de los dioses, y mantuvo como alternativa un elemento material como principio de todas las cosas, como arche: el agua era el principio y el final de todo lo existente. Y el arche es uno de esos términos de los que decíamos más arriba que tienen una difícil interpretación, de los que solo podemos señalar con el dedo. El arche, es el principio de todas las cosas, la causa de ellas. Pero también puede ser la clave que las explica, el secreto de su estructura profunda, aquello que está a la base del cosmos, es decir, del mundo ordenado después de caos inicial, que tiene un principio y un final. Esta es una consideración más apropiada a la afirmación que harían otros filósofos en esta época, como por ejemplo Anaximandro de Mileto (610-545), discípulo de Tales, que a diferencia de su maestro consideró que tal arche era el apeiron, es decir, la indeterminación absoluta, lo que no tiene límite, lo que carece de figura. De similar manera pensaron Heráclito de Efeso (544-484), Pitágoras de Samos (572-496) o Parménides de Elea (540-470), considerando, el primero, que ese principio de todas las cosas era el fuego, imagen del cambio constante que solo se ordena a través del lenguaje (logos); el segundo, que el número es lo que se encuentra en esa posición privilegiada; y el tercero estableciendo, contra el primero, que lo estático, la unidad inquebrantable que no se modifica nunca, que no cambia, ni nace, ni perece, ni se transforma es lo que nos da la clave de lo que sucede en el mundo otorgándolo un sentido que podemos aprehender.
Todos ellos y algunos más que no hemos reseñado aquí constituyen el elenco de lo que la tradición ha venido en llamar filósofos presocráticos. No constituyen ninguna escuela común, y quizá su rasgo más destacable sea el que todos ellos se ocuparon de la Physis, es decir, de la naturaleza entendida como mundo. Sea como fuere, ellos se ganaron a pulso el ser los iniciadores de un lenguaje, el de la filosofía; ellos inventaron algunas cosas a las que tuvieron que señalar con el dedo por carecer de nombre, y las cosas que señalaron, y después nombraron, se transformaron hasta casi perderse más de dos mil quinientos años después, para que nosotros volvamos a señalarlas con el dedo hasta que volvamos a inventarnos un nombre. Quien sabe, igual tenía razón el oscuro Heráclito cuando describía la Physis como un cambio continuo, como un río en constante movimiento pero con una dirección también constante que le lleva, una y otra vez por las mismas sendas, aunque no podamos nunca bañarnos en el mismo agua.

2 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo con que la filosofía griega esté más proxima a pensamiento occidental actual, pero no se puede decir que sea Grecia el primer y único sitio posible para el nacimiento de la filosofía ya que en Oriente se sigue el confucianismo y el budismo desde el siglo VI a.C. Bien es cierto que tienen ambas un caracter religioso, pero su gran contenido filosófico al margen de la religiosidad es indiscutible y dicho caracter religioso recuerda a la manera de pensar sobre la physis y está muy influenciado por religiones con las que entraron en contacto (en el caso del budismo con el hinduismo). SSVE

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  2. A Anónimo:
    Primero de todo, darte la bienvenida al blog y las gracias por la intervención, muy aguda, por cierto.
    Pero, por supuesto, no puedo estar más en desacuerdo contigo. Si bien estoy dispuesto a reconocer la existencia de un tipo de pensamiento oriental que ha dejado una enorme impronta a lo largo de la historia, incluso en occidente (Hegel y Schopenhauer admiraron mucho, cada uno a su manera, alguno de los planteamientos del hinduismo), ese pensamiento, en ningún caso puede ser considerado filosofía; al menos en los términos en los que reconocemos esa particular manera de contemplar al mundo y al hombre, a saber: un saber racional y fundamentalmente comunicable, que no contiene mensajes imbuidos de un misterio, más allá de los abstrusos escritos de algunos pensadores y científicos especialmente difíciles en su expresión, que deviene en la pieza clave para explicar todo lo demás.
    El quid, desde mi punto de vista, está precisamente en esa parte en la que señalas aquello del "contenido filosófico al margen de la religiosidad". En la filosofía occidental no hay margen para la religiosidad; ésta ocupa un lugar, importantísimo, pero en otro lugar distinto al del pensamiento crítico.
    Pero, en fin..., que siga la polémica.

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